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Crónica Viernes 23 de Septiembre: “Usted no venga a averiguar más porque la vamos a hacer boleta como lo hicimos con su hermano”

  • por Fabiana Cruz y Hugo Hernán Díaz para el Diario del Juicio
"El Tuerto Horror Show"
PH Elena Nicolay


Por videoconferencia y desde la provincia de Buenos Aires, Elena Trinidad Miranda prestó declaración ante el Tribunal Oral Federal. En el año 1975 vivía en la Banda del Río Salí, al lado de la casa de uno de los imputados: Roberto Heriberto Albornoz. Un día durante el mes de junio Elena llegó a su casa, encontró todo revuelto y en las paredes había sangre y pelos, que luego corroboró que estos le pertenecían a sus dos hermanos: Héctor Miguel Miranda y José Esteban Miranda. Quien había estado presente durante el secuestro, fue la madre de los hermanos Miranda, uno de los captores le dijo en aquel momento: “olvídate de tus hijos, porque nunca más los vas a ver vivos”.

Durante su secuestro, Héctor estuvo en la Escuelita de Famaillá, luego en la Jefatura de Policía, y finalmente en la cárcel de Villa Urquiza. En todos estos lugares fue salvajemente torturado y su detención duró seis años. José Esteban Miranda, fue también trasladado a la Escuelita de Famaillá y torturado por los militares, su cautiverio duró 45 días.

Elena Miranda contó que a su hermano José Esteban ya lo había detenido en reiteradas ocasiones “el tuerto” Albornoz, y que le hacía interrogatorios en los que la principal pregunta era dónde se encontraba ella (Elena). Los tres hermanos eran dirigentes barriales, militantes del Peronismo de Base; “queríamos sacar a la gente de sus miserias, reivindicarlos” comentó la mujer ante el juzgado.

Elena visitaba en la Jefatura a Héctor durante su detención; éste se encontraba con las axilas podridas y estaba lleno de quemaduras, le había pedido a su hermana que hablara con "el tuerto" Albornoz para que lo sacaran de ahí. La mujer inmediatamente acudió a su pedido, y la primera respuesta de Albornoz fue “vos te metiste con los subversivos, pelotuda”, finalmente quedó en ayudarlos pero le dijo: “tu hermano no es quién para darme órdenes”. De esta manera Héctor Miguel fue trasladado a la cárcel de Villa Urquiza.

Elena recordó que en una de sus visitas la pusieron en una habitación que no era para las visitas, y que su hermano le rogó que se vaya, “estás en una lista, te van a hacer boleta”.

Así fue como la mujer huyó de la provincia durante 15 años. Cuando volvió, la vida no fue fácil para ella; sus hijos nacieron con problemas mentales, no tenía trabajo, eran muy pobres y vivían de la caridad de organizaciones parroquiales.

“Todo esto me paso por ser una luchadora social, por estar con gente pobre, de las villas”, “Denigraron a mi familia”. Elena dice que nunca más pudieron reponerse y llora.

***

Ángela Cruz Téves, de 71 años, es la hermana de José Antonio Téves, quien fue secuestrado el 17 de agosto de 1975. En aquella época ambos residían en San José pero en distintas casas, José Antonio vivía con su mujer y tres hijos. El hombre trabajaba haciendo changas, no sabía leer ni escribir, tampoco tenía actividad política.

Ese 17 de agosto un vecino le avisó a Ángela que habían muchos militares en la casa de su hermano, ella acudió al domicilio y pudo ver cómo lo subían a un vehículo. Luego de eso, pudo hablar con su cuñada, quien le contó que a José Antonio lo habían golpeado, y que durante el secuestro sus hijos (que se encontraban en la cama) fueron tapados con las sábanas para que no vieran nada. Ángela emprendió la búsqueda de su hermano luego del secuestro, pero nunca obtuvo ningún dato de él, nadie sabía nada. “Usted no venga a averiguar más porque la vamos a hacer boleta como lo hicimos con su hermano” fue una de las respuestas que consiguió la mujer. Pasado un tiempo del secuestro, tuvo que hacerse cargo de sus sobrinos ya que la madre de ellos, había comenzado a vivir con otro hombre.

Juan José Téves, también hijo de José Antonio, compartió el relato que pudo construir de lo que fue aquél día. En esa época él tenía dos años, el día de la detención se encontraban durmiendo, cuando escuchó un fuerte ruido y se levantó. A su padre lo agarraron y le dieron un culatazo. A medida que fue creciendo, Juan José aumentó el interés por saber qué había pasado con su padre, pero nunca consiguió nada de información. En el año 1992 les llegó el rumor de que José Antonio (padre) se encontraba en un hospital de Quilmes, en Buenos Aires, por lo que junto a su hermano se fueron hasta allá para buscarlo pero no encontraron nada.

José Antonio Téves (hijo), que por el año 1975 tenía 4 años, declaró ante el Tribunal que lo único que recuerda es que la puerta de su casa fue derribada, entraron muchas personas y así se llevaron a su padre. Luego fueron criados por su tía Ángela, y lo poco que saben de lo sucedido en aquélla época, pudo ser reconstruido gracias al relato de su madre y también de su tía.

***

Carlos Raúl Riccio tiene 73 años, es médico clínico, por el año 1975 trabajaba en el Hospital de Monteros y en la parte de criminalística de la policía. Es el médico que se encargó de realizar el informe de defunción del cuerpo de Fernando Arturo Soria Ovejero, encontrado acribillado en la Plaza Independencia el día 12 de septiembre del 75’.

Riccio, comentó que tanto Fernando como su esposa Elvira Rosa Roldán eran amigos de él. Cuando se encontró frente al cuerpo, éste estaba muy sucio, tenía una cantidad enorme de agujeros de balas y rastros de haber sido muy maltratado. Finalmente la causa de muerte que pudo establecer fue la pérdida de sangre ocasionada por los balazos “shock neurogénico e hipovolémico”.

Fueron alrededor de 14 balazos los que recibió el cuerpo de Fernando Soria Ovejero, “y con seguridad fueron más, alguno se me puede haber escapado” comentó Riccio. Dijo además, que para que se realizara la pérdida de sangre que finalmente terminaría con la vida de Fernando, los balazos sí o sí debieron ser recibidos mientras el cuerpo se encontraba con vida. Además, por el estado del cadáver, el momento del asesinato debió ser por lo menos una semana anterior a la fecha en la que fue encontrado en la plaza pública de la ciudad.

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